El animal
que puede ser rey
¿Qué tienen las
historias de reyes y caballeros que no nos cansamos de revivirlas en el cine? Merlín el encantador (1963), Los caballeros de la mesa cuadrada
(1975), Aventuras en la corte del rey Arturo
(1995), Desmadre en Camelot (1998), El rey Arturo (2004), La leyenda de Excalibur (2017)… Ahora acaba de llegar a los cines una nueva adaptación de la famosa leyenda: El niño que pudo ser rey, en la que
volveremos a encontrarnos con Merlín, Lanzarote o Morgana. Esta vez,
reviviremos la épica historia de la mano de Alex, un niño de doce años que
encuentra la espada Excalibur de manera inesperada. Con ella, y acompañado de
sus compañeros de clase, tendrá que enfrentarse a un montón de monstruos
mientras la frontera entre nuestro mundo y las leyendas se desdibuja.
Este tipo
de aventuras protagonizadas por reyes, príncipes y princesas son comunes en
nuestros cuentos, en parte porque en una sociedad humana es fácil entender el
papel de un rey o de otra figura de gobierno. Pero, ¿qué ocurre en el mundo
natural? ¿Hay reyes entre los animales? En la entrada de hoy hablamos de grupos
sociales y por qué es necesario en ellos la figura de un líder. ¡Larga vida al rey!
¿Juntos o revueltos?
Muchos animales
llevan un modo de vida solitario, pero otros forman grupos para defenderse de
los depredadores, localizar más rápidamente el alimento o cazar presas más
fácilmente. Aunque tal vez te sorprenda, algunas de estas asociaciones no
tienen un contexto social. Los ñus africanos, por ejemplo, pueden encontrarse
en grandes grupos que se mueven juntos, especialmente en época de cría y
migración. Aunque suelen organizarse en pequeños grupos de machos dominantes
con un harén de varias hembras, no existe un “jefe” que dirija toda la manada.
Este
agrupamiento, sin embargo, puede resultarles muy ventajoso para protegerse de
los depredadores. Por ejemplo, ante el ataque de un león, el movimiento de una
manada huyendo puede hacer que al depredador le sea difícil fijarse en una sola
presa y disminuye las probabilidades de que ataque a un individuo en concreto.
Además, en estos grupos pueden crearse “guarderías”, es decir, espacios en el
centro del grupo donde mantener a las crías protegidas.
Observa a estos ñus (género Chonochaetes) cruzando el río a toda prisa. Observa lo difícil que resulta distinguir individuos concretos en la parte más densa del grupo. En movimiento, es aún más complicado.
Otros ejemplos
serían las aves que migran en grupo, como los gansos, o las que realizan sus
puestas en grupo, como los pingüinos. En este último caso de nuevo nos
encontramos con una estrategias para evitar la depredación durante las puestas
y proteger a las crías mientras son vulnerables.
Los pingüinos emperadores (Aptenodytes forsteri) incuban en grandes explanadas, dejando entre ellos solo el hueco justo para no llegar a darse picotazos entre ellos.
Uno para todos, todos para
uno
Al contrario de
lo que hemos visto, los animales sociales suelen formar grupos menos numerosos
en los que los individuos se reconocen entre ellos y establecen una jerarquía y
un reparto de tareas. En un grupo jerárquico normalmente existe un individuo o una
pareja de individuos dominante y uno o varios niveles por debajo de ellos. Los
individuos dominantes se encargan de tomar las decisiones y de solucionar las
posibles disputas del grupo, eliminando así el tiempo que los individuos pasan
peleando por los recursos y optimizando el tiempo que emplean en buscar comida
o vigilar la presencia de depredadores.
Los individuos que forman una manada de lobos (Canis lupus) colaboran entre sí para tener más posibilidades de abatir presas grandes.
El tamaño
óptimo de un grupo debe permitir mantener un equilibrio entre el tiempo que los
individuos emplean en la obtención de alimento (buscándolo y/o cazándolo), la
cantidad de peleas entre ellos y el riesgo de sufrir depredación o hambruna, y puede
variar en función de los recursos disponibles en cada momento. Esto quiere
decir que los grupos considerados “pequeños” según este criterio tenderán a
incluir más individuos hasta llegar al tamaño óptimo y los grupos “grandes”
tenderán a rechazar o echar individuos.
¿Rey o vasallo?
Dentro de las
especies sociales, cada una tiene su particular forma de organización: algunos
son temporales (por ejemplo, se forman en la temporada invernal cuando hay poco
alimento o en la época de cría) y otros estables (perduran a o largo de las
distintas temporadas), algunos tienen una proporción similar de machos y
hembras y otros están sesgados hacia uno de los dos sexos… Sin embargo, todos
suelen tener dos figuras básicas: individuos dominantes e individuos sumisos.
Los gorriones (Passer domesticus) forman bandos invernales para encontrar alimento durante esta época de escasez. Como vimos en la entrada sobre aspecto en la naturaleza, el macho dominante muestra una mancha negra bajo el pico (babero) de color más intenso y tamaño mayor que cualquier otro miembro del grupo.
El individuo
dominante, el “rey”, como hemos mencionado antes, cumple la importante función
de lidiar con los problemas del grupo. Como recompensa, tiene un acceso mayor a
recursos como el alimento (por ejemplo, puede comer el primero o cobrar la
mejor pieza de una presa) o la reproducción (tiene preferencia para aparearse o
es el único que lo hace). A pesar de ello, ser rey conlleva un gran desgaste,
ya que implica una gran responsabilidad por tener que cuidar de la manada y una
tensión constante ante posibles competidores que puedan robarte el puesto. Es
decir, un poco como los reyes o presidentes de las sociedades humanas.
En una manada de leones (Panthera leo), hay un macho dominante (o, en ocasiones, dos o tres) que se reproduce con las hembras del grupo.
En el extremo
contrario, los individuos sumisos tienen un acceso menor a los recursos, pero
no están sometidos a estas presiones. Eso significa que, en situaciones de
pocos recursos, pueden verse expuestos a pasar hambre y tal vez a no llegar a
reproducirse nunca. Sin embargo, cuando hay abundancia pueden llenar el
estómago sin preocupaciones y tener opción a la reproducción.
Los simios somos en general muy sociables. Cuando vemos una interacción en la que un individuo se muestra agresivo y otro sumiso, tendemos a pensar que el sumiso está oprimido. Sin embargo, ser un individuo sumiso en un grupo puede tener grandes ventajas.
El lobo feroz y el rey león
Veamos algunos ejemplos. Los casos típicos de animales con grupos sociales son, como
seguramente hayas adivinado hace rato, el lobo y el león. Ambos forman manadas
unidas por lazos familiares, pero de manera muy distinta.
Para empezar,
los lobos, que en la cultura popular suelen ser representados como animales
feroces y en ocasiones solitarios, componen grupos dominados por una pareja
alfa, macho y hembra, a modo de “rey y reina”. Estos dos individuos, y
especialmente el macho, son los que “tienen derecho” a reproducirse cuando
llega la época de apareamiento. En años con recursos escasos, la hembra alfa
puede estresar a otras hembras embarazadas para provocarles abortos y
asegurarse de que sus hijos sobreviven. El resto del grupo colaborará
activamente en la crianza de los lobeznos cuando nazcan. Normalmente, aunque no
necesariamente, se compone de hijos anteriores, tíos y primos.
Por otra parte,
los leones se organizan en grupos familiares de hembras dominado por uno o unos
pocos machos. Cuando en la manada nace una hembra, lo habitual es que
permanezca toda su vida con su madre, hermanas, primas y tías. Sin embargo, los
machos están abocados a abandonar el grupo cuando maduran y buscarse su propia
manada, evitando así la endogamia. De esta manera se confirma la idea del
“rey león”, aunque sus reinados sobre la manada son cortos, sujetos a la
llegada de otro rey más fuerte.
Los leones macho no suelen ser capaces de mantener el control sobre un grupo de hembras durante más de unos pocos años y viven de media bastantes años menos que las hembras.
La falsa reina de las abejas
Para terminar,
me gustaría desmontar el mito de la reina de las abejas y las hormigas. Estos
animales tienen un sistema de organización llamado eusociabilidad, en el que
existe un alto nivel de comunicación y coordinación entre todos los miembros
del grupo a modo de una especie de “unimente” o “mente colmena”.
Como es bien sabido,
estos insectos se dividen en varias castas, perteneciendo la mayoría a un grupo
no reproductor femenino que suele denominarse “obreras”. La reina es la única
hembra reproductora, y, una vez funda una colmena u hormiguero, pasa toda su
vida en su interior poniendo huevos. Aunque es un individuo imprescindible para
el grupo, no cumple un papel de dominancia ni tiene ningún poder de decisión
ante los problemas de la colonia. Por lo tanto, en realidad no es correcto
darle el nombre de “reina”.
Puede
que entre los animales no haya un equivalente exacto de nuestro concepto de
“rey”, pero sus historias pueden ser igual de épicas. En el reino animal la
elección del individuo dominante no tiene que ver con sacar una espada de una
piedra, sino que suele responder al tamaño y fuerza del individuo, lo bien que
conoce la zona, su edad y su sexo. Aunque, bien pensado, al empuñar Excalibur,
Arturo demostró que, además de ser un varón inglés y joven de buen porte, y el
hijo bastardo de un soberano, era digno (algo que podría verse como el más
fuerte o, al menos, el más válido) de ser rey de los bretones. ¿Somos en
realidad tan diferentes?
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@biolonita
Fuentes de las imágenes:
Sensacine: Póster de El niño que pudo ser rey, fotograma en el que Alex empuña a Excalibur
Wikipedia: manada de ñus
Pixabay: ñus cruzando un río, pingüinos, lobos cazando, gorriones, manada de leones, lobos en actitud cariñosa, leonas en actitud cariñosa, pareja de lobos, león rugiendo, hormigas,
Freepik: siluetas de lobos
BBC: primates peleando
Apiexpert: reina abeja
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