sábado, 16 de marzo de 2019

El rey Arturo: Sociabilidad y dominancia en el reino animal


El animal que puede ser rey

¿Qué tienen las historias de reyes y caballeros que no nos cansamos de revivirlas en el cine? Merlín el encantador (1963), Los caballeros de la mesa cuadrada (1975), Aventuras en la corte del rey Arturo (1995), Desmadre en Camelot (1998), El rey Arturo (2004), La leyenda de Excalibur (2017)… Ahora acaba de llegar a los cines una nueva adaptación de la famosa leyenda: El niño que pudo ser rey, en la que volveremos a encontrarnos con Merlín, Lanzarote o Morgana. Esta vez, reviviremos la épica historia de la mano de Alex, un niño de doce años que encuentra la espada Excalibur de manera inesperada. Con ella, y acompañado de sus compañeros de clase, tendrá que enfrentarse a un montón de monstruos mientras la frontera entre nuestro mundo y las leyendas se desdibuja. 

Este tipo de aventuras protagonizadas por reyes, príncipes y princesas son comunes en nuestros cuentos, en parte porque en una sociedad humana es fácil entender el papel de un rey o de otra figura de gobierno. Pero, ¿qué ocurre en el mundo natural? ¿Hay reyes entre los animales? En la entrada de hoy hablamos de grupos sociales y por qué es necesario en ellos la figura de un líder. ¡Larga vida al rey!

¿Juntos o revueltos?

Muchos animales llevan un modo de vida solitario, pero otros forman grupos para defenderse de los depredadores, localizar más rápidamente el alimento o cazar presas más fácilmente. Aunque tal vez te sorprenda, algunas de estas asociaciones no tienen un contexto social. Los ñus africanos, por ejemplo, pueden encontrarse en grandes grupos que se mueven juntos, especialmente en época de cría y migración. Aunque suelen organizarse en pequeños grupos de machos dominantes con un harén de varias hembras, no existe un “jefe” que dirija toda la manada.



Este agrupamiento, sin embargo, puede resultarles muy ventajoso para protegerse de los depredadores. Por ejemplo, ante el ataque de un león, el movimiento de una manada huyendo puede hacer que al depredador le sea difícil fijarse en una sola presa y disminuye las probabilidades de que ataque a un individuo en concreto. Además, en estos grupos pueden crearse “guarderías”, es decir, espacios en el centro del grupo donde mantener a las crías protegidas.

Observa a estos ñus (género Chonochaetes) cruzando el río a toda prisa. Observa lo difícil que resulta distinguir individuos concretos en la parte más densa del grupo. En movimiento, es aún más complicado.

Otros ejemplos serían las aves que migran en grupo, como los gansos, o las que realizan sus puestas en grupo, como los pingüinos. En este último caso de nuevo nos encontramos con una estrategias para evitar la depredación durante las puestas y proteger a las crías mientras son vulnerables.

Los pingüinos emperadores (Aptenodytes forsteri) incuban en grandes explanadas, dejando entre ellos solo el hueco justo para no llegar a darse picotazos entre ellos.

Uno para todos, todos para uno

Al contrario de lo que hemos visto, los animales sociales suelen formar grupos menos numerosos en los que los individuos se reconocen entre ellos y establecen una jerarquía y un reparto de tareas. En un grupo jerárquico normalmente existe un individuo o una pareja de individuos dominante y uno o varios niveles por debajo de ellos. Los individuos dominantes se encargan de tomar las decisiones y de solucionar las posibles disputas del grupo, eliminando así el tiempo que los individuos pasan peleando por los recursos y optimizando el tiempo que emplean en buscar comida o vigilar la presencia de depredadores.

Los individuos que forman una manada de lobos (Canis lupus) colaboran entre sí para tener más posibilidades de abatir presas grandes.

El tamaño óptimo de un grupo debe permitir mantener un equilibrio entre el tiempo que los individuos emplean en la obtención de alimento (buscándolo y/o cazándolo), la cantidad de peleas entre ellos y el riesgo de sufrir depredación o hambruna, y puede variar en función de los recursos disponibles en cada momento. Esto quiere decir que los grupos considerados “pequeños” según este criterio tenderán a incluir más individuos hasta llegar al tamaño óptimo y los grupos “grandes” tenderán a rechazar o echar individuos.


¿Rey o vasallo?

Dentro de las especies sociales, cada una tiene su particular forma de organización: algunos son temporales (por ejemplo, se forman en la temporada invernal cuando hay poco alimento o en la época de cría) y otros estables (perduran a o largo de las distintas temporadas), algunos tienen una proporción similar de machos y hembras y otros están sesgados hacia uno de los dos sexos… Sin embargo, todos suelen tener dos figuras básicas: individuos dominantes e individuos sumisos.

Los gorriones (Passer domesticus) forman bandos invernales para encontrar alimento durante esta época de escasez. Como vimos en la entrada sobre aspecto en la naturaleza, el macho dominante muestra una mancha negra bajo el pico (babero) de color más intenso y tamaño mayor que cualquier otro miembro del grupo. 

El individuo dominante, el “rey”, como hemos mencionado antes, cumple la importante función de lidiar con los problemas del grupo. Como recompensa, tiene un acceso mayor a recursos como el alimento (por ejemplo, puede comer el primero o cobrar la mejor pieza de una presa) o la reproducción (tiene preferencia para aparearse o es el único que lo hace). A pesar de ello, ser rey conlleva un gran desgaste, ya que implica una gran responsabilidad por tener que cuidar de la manada y una tensión constante ante posibles competidores que puedan robarte el puesto. Es decir, un poco como los reyes o presidentes de las sociedades humanas.

En una manada de leones (Panthera leo), hay un macho dominante (o, en ocasiones, dos o tres) que se reproduce con las hembras del grupo.

En el extremo contrario, los individuos sumisos tienen un acceso menor a los recursos, pero no están sometidos a estas presiones. Eso significa que, en situaciones de pocos recursos, pueden verse expuestos a pasar hambre y tal vez a no llegar a reproducirse nunca. Sin embargo, cuando hay abundancia pueden llenar el estómago sin preocupaciones y tener opción a la reproducción.

Los simios somos en general muy sociables. Cuando vemos una interacción en la que un individuo se muestra agresivo y otro sumiso, tendemos a pensar que el sumiso está oprimido. Sin embargo, ser un individuo sumiso en un grupo puede tener grandes ventajas.

El lobo feroz y el rey león

Veamos algunos ejemplos. Los casos típicos de animales con grupos sociales son, como seguramente hayas adivinado hace rato, el lobo y el león. Ambos forman manadas unidas por lazos familiares, pero de manera muy distinta.


Para empezar, los lobos, que en la cultura popular suelen ser representados como animales feroces y en ocasiones solitarios, componen grupos dominados por una pareja alfa, macho y hembra, a modo de “rey y reina”. Estos dos individuos, y especialmente el macho, son los que “tienen derecho” a reproducirse cuando llega la época de apareamiento. En años con recursos escasos, la hembra alfa puede estresar a otras hembras embarazadas para provocarles abortos y asegurarse de que sus hijos sobreviven. El resto del grupo colaborará activamente en la crianza de los lobeznos cuando nazcan. Normalmente, aunque no necesariamente, se compone de hijos anteriores, tíos y primos.


Por otra parte, los leones se organizan en grupos familiares de hembras dominado por uno o unos pocos machos. Cuando en la manada nace una hembra, lo habitual es que permanezca toda su vida con su madre, hermanas, primas y tías. Sin embargo, los machos están abocados a abandonar el grupo cuando maduran y buscarse su propia manada, evitando así la endogamia. De esta manera se confirma la idea del “rey león”, aunque sus reinados sobre la manada son cortos, sujetos a la llegada de otro rey más fuerte.

Los leones macho no suelen ser capaces de mantener el control sobre un grupo de hembras durante más de unos pocos años y viven de media bastantes años menos que las hembras.

La falsa reina de las abejas

Para terminar, me gustaría desmontar el mito de la reina de las abejas y las hormigas. Estos animales tienen un sistema de organización llamado eusociabilidad, en el que existe un alto nivel de comunicación y coordinación entre todos los miembros del grupo a modo de una especie de “unimente” o “mente colmena”.


Como es bien sabido, estos insectos se dividen en varias castas, perteneciendo la mayoría a un grupo no reproductor femenino que suele denominarse “obreras”. La reina es la única hembra reproductora, y, una vez funda una colmena u hormiguero, pasa toda su vida en su interior poniendo huevos. Aunque es un individuo imprescindible para el grupo, no cumple un papel de dominancia ni tiene ningún poder de decisión ante los problemas de la colonia. Por lo tanto, en realidad no es correcto darle el nombre de “reina”.


Puede que entre los animales no haya un equivalente exacto de nuestro concepto de “rey”, pero sus historias pueden ser igual de épicas. En el reino animal la elección del individuo dominante no tiene que ver con sacar una espada de una piedra, sino que suele responder al tamaño y fuerza del individuo, lo bien que conoce la zona, su edad y su sexo. Aunque, bien pensado, al empuñar Excalibur, Arturo demostró que, además de ser un varón inglés y joven de buen porte, y el hijo bastardo de un soberano, era digno (algo que podría verse como el más fuerte o, al menos, el más válido) de ser rey de los bretones. ¿Somos en realidad tan diferentes?



Si te ha gustado esta entrada, ¡sígueme, comenta y comparte!

Búscame en TwitterFacebook e Instagram

@biolonita


Fuentes de las imágenes:

Sensacine: Póster de El niño que pudo ser rey, fotograma en el que Alex empuña a Excalibur
Wikipedia: manada de ñus
Pixabay: ñus cruzando un río, pingüinos, lobos cazando, gorriones, manada de leoneslobos en actitud cariñosa, leonas en actitud cariñosa, pareja de lobos león rugiendo, hormigas,
Freepik: siluetas de lobos
BBC: primates peleando
Apiexpert: reina abeja

No hay comentarios:

Publicar un comentario